miércoles, 24 de febrero de 2010

El precio de la felicidad

Debe ser que estoy estresada, porque últimamente me crispan mucho algunos comentarios poco afortunados. Vienen además de personas que conocen mi infertilidad y me consta que se preocupan por mí… pero ahí están y me sacan de quicio.

Ya sé que es difícil no hacer daño a una mujer estéril, que estamos muy sensibles, y que yo me paso una media de… no sé… pongamos unas diez horas diarias pensando en ello, y el resto de la humanidad lo recordará, como mucho, cuando me ven. Por eso normalmente no me enfado, respiro hondo y me repito que me quieren y que no se dan cuenta. Pero estos días tengo menos paciencia.
Por poner un ejemplo: grupo de varios amigos entre los que hay futuros papás, llega una chica que dice encontrarse mal y un amigo, muy guasón, le dice, “¿no estarás embarazada? ¡Cuidado que es una plaga!”, y como estoy a su lado, sonríe buscando mi aprobación a la broma. Puntualizo que él sabe que estamos en tratamiento y que hace un mes he sufrido un aborto. ¿Y qué hago yo? ¿Le pregunto que dónde hay que ir para contagiarse? … pues como no se ha dado cuenta, trago saliva y sonrío tímidamente. Pero duele.

Y me pregunto por qué es tan fácil olvidarse de los problemas de los demás y pensando, pensando, llego a la conclusión de que quizá tenga algo que ver que yo sea feliz y que esto de la infertilidad “lo lleve bien”. Me ha pasado, en más de una ocasión, que me han comentado que “Menganita” también tiene problemas para tener hijos pero que ella lo lleva fatal, no como yo, dándome la sensación de que en la comparación la otra quedaba como una exagerada y entonces me siento como la peor de las traidoras. Quizá no le hago un favor a nadie, ni siquiera a mí misma, diciendo que no se preocupen, que lo llevo más o menos bien. Porque luego viene la otra parte, “Fulanito” me dijo que “Menganita” estaba fatal, pero no debe ser para tanto, porque yo la veo bien. Y ese es el centro de la cuestión, si pareces estar bien, es que no existe el problema.

Cuando eres feliz, la mayoría de la gente interpreta que no tienes problemas, o que estos son tan pequeños que casi ni te afectan, y para rematarla, debes creer que el mundo es de color rosa y no te enteras de que hay otros que sí lo pasan mal, y que la vida es dura. Se preocupan por ti porque debes ser “blandita” y nunca soportarías la embestida de un problema de verdad. Y ay de ti que te etiqueten como afortunada, porque si un día osas comentar una preocupación, ten por seguro que todos te harán ver que ellos sí tienen “preocupaciones de verdad”, no como la tuya. He de decir, que a fuerza de percibirlo, yo acabé por creer todo esto.

Tenía todo lo que podía desear, la vida me sonreía y nunca había tenido ningún problema de verdad; ¿quién no sería feliz en estas circunstancias? Pero en mi vida se cruzó la infertilidad y eso sí que era grave… Descubrí que seguía siendo feliz. Y entonces me pregunté si… quizá… antes también había superado otras situaciones difíciles, y me di cuenta de que sí, que también había tenido problemas, pero que me concentraba más en las cosas maravillosas que tenía. Creo que lo importante es no dar nada por supuesto y ser capaz de valorar lo realmente importante como lo que es: algo extraordinario. Tengo un compañero de camino que me ama y al que amo incondicionalmente, unos padres que lo darían todo por mí, una hermana que me defiende de forma irracional (como yo hago con ella), una ahijada preciosa, una familia que me quiere y unos amigos con los que compartir los buenos momentos… sólo me faltan nuestros hijos… todo lo demás, comparado con esto, es prácticamente insignificante.

Seguramente el precio que tengo que pagar por ser feliz es que a mi alrededor muchas personas crean que esto lo pienso porque nunca me ha faltado la salud o nunca he tenido problemas económicos, que lo de la infertilidad es un inconveniente pero que tampoco hay que exagerar… es un precio bajo.

Ahí va mi peaje porque no voy a renunciar a la felicidad.