miércoles, 24 de junio de 2009

La noche de San Juan

Esta noche celebré una de las fiestas que más me gustan y que me traen mejores recuerdos de mi niñez: la noche de San Juan.

En casa de mis padres quemamos una gran hoguera, comimos sardinas (yo, también jurelos), cachelos (patatas cocidas con su piel) y saltamos tres veces la hoguera (lo confieso, a mí me separaron un tronquito) pidiendo un deseo, ¿imagináis cuál? Oficialmente quedamos libres de “meigas” para todo el año, a ver si se nota. Sólo me faltó lavarme esta mañana la cara con agua con flores a la que le haya caído el rocío; pero viviendo ahora en un piso, esto se pone complicado.

Recuerdo la fiesta cuando era niña: el colegio había terminado el día anterior, la primera tarde de vacaciones de verano la pasábamos recogiendo hierbas aromáticas y flores para poner en el agua, montando la hoguera y construyendo algún muñeco de cartón y papel a modo de falla, con mi abuelo. Ya por la noche, asábamos las sardinas que comíamos al lado de la hoguera y después, se prendía. Me encantaba ver cómo ardía la madera y consumía nuestra “obra de arte”. Ver el fuego siempre me ha evocado algo misterioso y atractivo. ¡Feliz día de San Juan! ¡Feliz solsticio!

Foto de las playas de Riazor y Orzán en A Coruña llenas de hogueras.


martes, 16 de junio de 2009

Mi muro

Cuando el noviembre pasado empecé a plantearme que podía tener endometriosis y que eso supondría un problema serio para conseguir ser madre, por casualidad me compré un libro: “La última lección” de Randy Pausch, que contenía el dvd de la conferencia; fue un soplo de aire fresco. Desde entonces se lo recomiendo a todas las personas que quiero y están pasando por momentos difíciles: os lo recomiendo.

Es un canto a la vida de una persona a la que le queda muy poco tiempo, pero que a pesar de todo, no deja de lado el optimismo. Una enseñanza sobre la importancia del tesón, de la lucha hasta el final por conseguir aquello que quieres, de enfrentarse a las cosas de una forma realista pero intentando ser feliz, a pesar de que parezca que todo va mal.

Su forma de ver la vida se parece bastante a la mía, pero no tenía la certeza de que ante problemas graves se pudiese seguir pensando así. Siempre he creído que, al contrario del dicho, “un optimista es un pesimista bien informado”. Que detrás de cada problema no hay una enseñanza que no pudieses aprender de otra forma, pero que si te empeñas en ver únicamente lo malo: el desastre, si es inevitable, llegará, pero tú y los que quieres lo habréis pasado peor; y si puedes hacer algo por evitarlo, la única forma de conseguirlo es creer que puedes superarlo y hacer todo lo posible.

Hay dos frases en el libro que me llegaron al alma, porque eran totalmente aplicables a mi nueva lucha por la fertilidad: “No podemos cambiar las cartas que se nos reparten, pero sí cómo jugamos nuestra mano” y “Los muros están para frenar a la gente que no desea suficientemente algo. Están para frenar a los demás”.

La vida me ha dado una buena mano de cartas, sólo una parece que no encaja, utilizaré las demás para ganar la partida. Mi muro se llama “infertilidad”. Cuando en noviembre lo veía de lejos, parecía amenazante… inmenso… no me atrevía a mirarlo de frente… quizá si me acercaba con los ojos cerrados al llegar allí descubriría que no era para mí. No sirvió de nada, en marzo me encontré plantada ante él. En la consulta de la ginecóloga me pareció que se iba a caer sobre mí, pero fue sólo un momento, al tocarlo descubrí que había algo oculto que desde lejos no se apreciaba: había una opción, la ciencia salía en mi auxilio.
La subida al muro parece tortuosa, pero nada me detendrá. Del otro lado está lo que más deseo, MIS HIJOS.


“Tranquilos niños, mamá va para ahí”.





lunes, 8 de junio de 2009

Los calores estivales

El viernes pasado tuvimos consulta en la clínica de fertilidad. Esta vez las noticias fueron estupendas porque las pruebas de mi marido salieron bien… una cosa menos de la que preocuparse.

Yo, por mi parte, estoy a vueltas con los sofocos, sobre todo por las noches. Creo que hace un mes que no duermo tres horas seguidas. Esta menopausia inducida espero que sirva para reducir los quistes, ¡aunque sólo sea por asfixia!
Para compensar el cansancio, por las mañanas he vuelto a tomar café (llevaba un año tomándolo sólo en ocasiones especiales) ¡lo echaba tanto de menos! El caso es que cada vez estoy más harta de las noches en vela, así que he estado buscando en internet remedios poco invasivos para mejorar los efectos de la menopausia y ¿qué me he encontrado? … que el café es malíiiiiiiisimo. Así que me he propuesto cambiarlo por la valeriana antes de acostarme, a ver si así no me despierto entre sudores.

Durante el día lo llevo mucho mejor, si me entran los calores me quito la chaqueta… y para darle un toque de estilo me he comprado un abanico, tengo que aprender su lenguaje… “si lo agito rápidamente sobre mi pecho quiero decir: ¡tengo un sofoco que me muero!”



lunes, 1 de junio de 2009

En el peor de los casos

Hoy es un día especial, hace catorce años que mi marido y yo nos dimos nuestro primer beso. Él es mi COMPAÑERO. Compartimos vida, trabajo, ilusiones y sueños. Él es mi apoyo.
Recuerdo que hace un par de meses yo hacía planes, ya sabéis, de la A a la Z: primero, a ver qué nos dicen en la clínica de reproducción; supongo que me operarán, después si todo va bien… y si no pues… y así llevaba un buen rato; estaba encantada pensando en todas las posibilidades cuando él me dijo:
-Y en el peor de los casos, si no pudiésemos tener hijos…
- ¿Qué? Esa nos es una opción posible.
- Sí, sí.. en el peor de los casos…
- Que no, que eso no es algo a considerar; de una forma o de otra tendremos hijos.
- Ya, bueno, pero en el peor de los casos…
- ¿Me estás oyendo? ¡Que no hay esa opción!
- ¡Escúchame un momento!
A regañadientes decidí escuchar, pero bastante enfadada.

- En el peor de los casos: que no podamos tener hijos… ¿cuál es la opción? ¿que pase toda mi vida contigo, los dos juntos?... ¿dónde hay que firmar?

Me quedé boquiabierta, sin saber qué decir, con los ojos húmedos y pensando en la gran suerte que había tenido al encontrarme con Él.